La siesta
Casi siempre pensamos en dormir cuando el cansancio nos vence pero,
no siempre vamos a gustar de las dulzuras de un sueño reparador. Y
es que, no todos los sueños son iguales aunque la intención sea la
misma. Hay sueños duermevela que arrancan racimos de preocupaciones
para que bailen detrás de los párpados. Hay sueños que parecen
mazazos en la cabeza, lo borran todo y acabamos despertando sin saber
quienes somos. Otros sueños son renovadores y condensan el tiempo
hasta hacernos perder la noción de nuestra identidad teniéndola que
recomponer al abrir los ojos. De todas maneras, no todos los sueños
son así de profundos. Algunos son más superficiales y casi
recordamos lo que pasaba mientras dormíamos, son sueños que se
alargan y le pegan un zarpazo a la vigilia. Son sueños que dejan en
un vivir soñando.
El sueño de hoy era de los evocadores, de los que arrancan
sentimientos pasados, de los que hace revivir situaciones pasadas, un
sueño con textura al tacto. Con los ojos cerrados, se veía un
cuerpo lleno de definiciones psicológicas que se iban perfeccionando
y actualizando mientras vagaba por un espacio vacío. Quería
ubicarse en algún rincón del mundo. Nadie se identificaba con ese
cuerpo. Era alguien desconocido que había rechazado el rol asignado
por nacimiento. Desde entonces, fue perdiendo atributos hasta
convertirse en alguien indefenso y sin nombre paseando sin identidad
por las calles. Llevaba la vida dibujada en las ojeras. En su
expresión se podía leer cómo aún recordaba su presencia, era como
un cambio de la densidad del aire provocado por su recuerdo, una
tensión creciente cuando parecía que se acercaba y a cada minuto le
parece que se acerca. No recordaba su expresión, nunca le había
mirado a la cara aunque nunca olvidó su estar cerca, era como una
droga que cambiaba todos sus puntos de vista. Había que encontrar el
certero pero, la velocidad del cambio no lo permitía. Sintió el
deseo de volver a estar allí pero, los sueños no tienen memoria y
no saben hacia donde conducirnos.
Desde luego que este sueño era una referencia al pasado, a un pasado
ya lejano pero, aún tan intenso que se proyectaba más allá de lo
vivido. Miraba su cuerpo y buscaba la definición que le permitiera
abandonar el hábito de intercambiar con los demás mezquinas
crueldades como si fueran enunciados comunicativos, como si fueran
cargas de placer. Desde el primer día fue así.
Me desperté sin saber quien era, como si me hubiera digerido para
poder descubrir lo oculto y poder así, ir más allá de la
apariencia. Trascenderme para librarme de una vez de ese malestar
pegajoso que dificultaba mis movimientos. No había manera de salir
del sentimiento indefinido, de la dilución personal en saliva ajena.
Miré a quien tenía al lado, durmiendo. Se iba bebiendo las
definiciones que me dibujaban y convirtiéndolas en burbujas que
explotaban en la comisura de su boca. Y es que no estaba soñando,
estaba desapareciendo en la lentitud de una respiración.