domingo, 18 de septiembre de 2016

Narración 12

La siesta

Casi siempre pensamos en dormir cuando el cansancio nos vence pero, no siempre vamos a gustar de las dulzuras de un sueño reparador. Y es que, no todos los sueños son iguales aunque la intención sea la misma. Hay sueños duermevela que arrancan racimos de preocupaciones para que bailen detrás de los párpados. Hay sueños que parecen mazazos en la cabeza, lo borran todo y acabamos despertando sin saber quienes somos. Otros sueños son renovadores y condensan el tiempo hasta hacernos perder la noción de nuestra identidad teniéndola que recomponer al abrir los ojos. De todas maneras, no todos los sueños son así de profundos. Algunos son más superficiales y casi recordamos lo que pasaba mientras dormíamos, son sueños que se alargan y le pegan un zarpazo a la vigilia. Son sueños que dejan en un vivir soñando.

El sueño de hoy era de los evocadores, de los que arrancan sentimientos pasados, de los que hace revivir situaciones pasadas, un sueño con textura al tacto. Con los ojos cerrados, se veía un cuerpo lleno de definiciones psicológicas que se iban perfeccionando y actualizando mientras vagaba por un espacio vacío. Quería ubicarse en algún rincón del mundo. Nadie se identificaba con ese cuerpo. Era alguien desconocido que había rechazado el rol asignado por nacimiento. Desde entonces, fue perdiendo atributos hasta convertirse en alguien indefenso y sin nombre paseando sin identidad por las calles. Llevaba la vida dibujada en las ojeras. En su expresión se podía leer cómo aún recordaba su presencia, era como un cambio de la densidad del aire provocado por su recuerdo, una tensión creciente cuando parecía que se acercaba y a cada minuto le parece que se acerca. No recordaba su expresión, nunca le había mirado a la cara aunque nunca olvidó su estar cerca, era como una droga que cambiaba todos sus puntos de vista. Había que encontrar el certero pero, la velocidad del cambio no lo permitía. Sintió el deseo de volver a estar allí pero, los sueños no tienen memoria y no saben hacia donde conducirnos.

Desde luego que este sueño era una referencia al pasado, a un pasado ya lejano pero, aún tan intenso que se proyectaba más allá de lo vivido. Miraba su cuerpo y buscaba la definición que le permitiera abandonar el hábito de intercambiar con los demás mezquinas crueldades como si fueran enunciados comunicativos, como si fueran cargas de placer. Desde el primer día fue así.


 Me desperté sin saber quien era, como si me hubiera digerido para poder descubrir lo oculto y poder así, ir más allá de la apariencia. Trascenderme para librarme de una vez de ese malestar pegajoso que dificultaba mis movimientos. No había manera de salir del sentimiento indefinido, de la dilución personal en saliva ajena. Miré a quien tenía al lado, durmiendo. Se iba bebiendo las definiciones que me dibujaban y convirtiéndolas en burbujas que explotaban en la comisura de su boca. Y es que no estaba soñando, estaba desapareciendo en la lentitud de una respiración.  

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Sara Kane. "Psicosis 4.48"

Sarah Kane

No hace mucho tiempo leí “Psicosis 4.48”, la obra póstuma de Sarah Kane. Luego fui remontando a través de la cronología de sus cuatro obras hasta leer “Devastados”, la obra con la que debutó. La lectura de estas obras consiguió estremecerme y me di cuenta que Sarah conseguía lo que se proponía: hacer sentir emociones extremas mientras que forzaba a la reflexión sobre el dolor vital. Y esta era la finalidad del movimiento teatral “In- year- face” del que Sarah Kane fue precursora. Y así fue como se despidió Sarah, diciéndonos adiós “a la cara”, despidiéndose “en nuestras narices”.

El título recoge la hora, las 4.48, que las estadísticas maximizan el índice de suicidios. La obra representa a una paciente que narra en primera persona su ingreso en un centro psiquiátrico definido como un “larguísimo silencio”, silencio que vivió la propia Sarah, el “hermafrodita herido” que escapó “como una cucaracha” con su suicidio a los 28 años. La obra describe un viaje sin retorno en un hospital psiquiátrico en el cual “No consigo estar sola. No consigo estar con los demás” e intenta sincronizar la dinámica del centro (la indicación del ingreso, la relación con el personal del centro y con los fármacos). En la obra se advierten los distintos aspectos de la vida de Kane que la abocan a su final: su vida emocional y el sentido de la vida. Todo duele mientras no se elija el papel a representar, en la vida se puede ser víctima, ejecutor o espectador o los tres a la vez o en alternancia. Pero, a Sarah no le gustó ningún papel1.

Esta obra se estrenó poco después de la muerte de su autora y se interpretó, de manera generalizada, como una obra de contenido autobiográfico. Todo el público la vio en absoluto silencio. Sólo una persona aplaudió al final. Kane anuncia en su obra que “ a las 4.48/ cuando la desesperación pasa visita/ me ahorcaré/ al ritmo de la respiración de mi amante.” Y así lo hizo, aunque su amante estaba lejos envuelto en harapos de falsedades. Pero, amante al fin “que me tocó por voluntad propia, que me miró a los ojos, que se rió de mis gracias macabras pronunciadas con voz de ultratumba, que me mintió y me dijo que se alegraba de verme. Que me mintió. Y me dijo que se alegraba de verme. Te he creído, te he amado, y no es el hecho de perderte lo que me hace estar mal, sino tus descaradas mentiras de mierda aquellas bufonadas despachadas por prescripción facultativa.”

Sara Kane nace en 1971 en el sur de Essex (Inglaterra). Desde la adolescencia destacó en las distintas disciplinas del teatro y fue una estudiante destacada en la Universidad. Fue una de las pioneras de la corriente teatral “in- yer- face” de los años 90 en Inglaterra. Este movimiento pretende transmitir la vivencia de las emociones provocadas por situaciones extremas. No se aprecia sadismo escénico en las expresiones de crueldad ya que se expresan de manera fría y despersonalizada, “Una yo que jamás he conocido, el rostro impreso sobre el revés de mi mente.” La propia Sarah explica que la despersonalización es ese punto de no retorno, es el dejarse caer al vacío, “¿Cómo puedo volver a una estructura si ya no tengo un pensamiento estructurado?”

Al final de la obra, Sarah explica lo que hace en aquel momento, “Cien Lofepraminas, cuarenta y cinco Zoplicones, veinticinco Temazepames y veinte Melleriles./ Todo lo que tenía/ Tragadas/ Un tajo/ Ahorcada/ Está hecho”. Una vez concluida “mi última sumisión/ mi último fracaso” Sarah termina su última obra con un que siga la función, con un “por favor abrid el telón” y todo lo vivido hasta ahora es a telón cerrado, el público dejó de serlo sin darse cuenta, el público se convirtió en cómplice y ejecutor. La verdadera representación es el silencio generado que se alargará hasta el final de los días.

1- Tycer, A. (2008) “Victim, perpetrator, bystander: melancholic witnessing of Sarah Kane's 4.48 psychosis.” Theatre Journal 60: 23- 36.