lunes, 31 de mayo de 2021

La entrada a un hospital no es la entrada a otro mundo

Cuando sentimos un cierto malestar, nos quejamos. Cuando el malestar nos inunda, vamos al hospital. Tenemos unas ideas preconcebidas del trato que recibiremos allí. Muchos creen que entran en un templo de la ciencia que solucionará su problema de manera óptima. Son los confiados. Otros ya gruñen antes de entrar y van repitiendo no me gustan los médicos ya que creen que algo bueno obtendrán con semejante letanía. También van al hospital los desbordados, aquellos que el dolor los acogota, los que no pueden ni decir su nombre. Otros van al hospital sin que les pase nada, acompañan a alguien que ya no puede seguir así. Pero, casi nadie entra en un hospital pensando qué aspectos del sesgo de género le va a tocar sufrir. Y, es que el sesgo de género está en todas partes y tan internalizado que no lo vemos.

A partir de los años 70, en los países del primer mundo, se han realizado estudios clínicos con los resultados discriminados por sexo y demuestran una desventaja de las mujeres en términos de salud. Aún hoy, no se han corregido muchos de estos aspectos. Parece que también forma parte del androcentrismo médico la aceptación de estos trabajos, ya que utilizan métodos validados por la ciencia pero, ni se leen ni se citan. Pero, cuando los ensayos clínicos afectan a la economía se corrigen con diligencia, sólo hay que mirar las limitaciones por edad de la vacuna contra el COVID-19 de AstraZeneca a causa de un ensayo con una muestra insuficiente de las personas de más edad. Esta vacuna también ha encontrado limitaciones en Estados Unidos que ha forzado a repetir la fase III del ensayo clínico. AstraZeneca lo ha hecho en menos de un mes.

En medicina hay dos tipos de sesgo de género, el de la investigación médica y el de la práctica diagnóstica y terapéutica. Como ejemplos de investigaciones sesgadas por género se puede citar la infrarrepresentación femenina en los ensayos clínicos de antirretrovirales publicados entre 1990 y 2002 de pacientes HIV+. La explicación es que se mantiene la proporción de población femenina con SIDA (y no la proporción de mujeres VIH+). Otro ensayo que puede servir como ejemplo es el de etoricoxib (un antiinflamatorio) que sorprendentemente se realizó con una mayoría de mujeres. Y esto, tiene trampa? Pues parece que un poco. Este fármaco sustituye a dos de la misma familia (rofecoxib y valdecoxib) retirados por su toxicidad cardiovascular. La fase I del ensayo, la que establece la toxicidad del fármaco, se realizó con una mayoría masculina y las fases II y III con una mayoría femenina. Así, los resultados indican que etoricoxib es seguro para los hombres y eficaz en las mujeres.

Hay varios ejemplos de sesgo de género en la práctica clínica objetivados por esfuerzos diagnósticos y terapéuticos discriminados por género. Por ejemplo, los retardos en los diagnósticos en las mujeres con síndrome coronario agudo, tuberculosis y trastornos de ansiedad y depresión. Cabe añadir que las mujeres consumen más ansiolíticos a causa de una atribución de sus síntomas a la ansiedad. Los datos referentes a tratamientos tampoco son muy alentadores para las mujeres. La mortalidad por infarto es más elevada entre las mujeres y sólo un 31% de las mujeres diagnosticadas (frente al 69% de los hombres) se derivan a una unidad de hemodinámica para el cateterismo. La respuesta por parte de los equipos médicos a esta diferencia ha sido que las mujeres no tienen suficiente riesgo (respuesta emitida por el 68% de los médicos entrevistados). También se ha demostrado una menor derivación de las mujeres a oncología en los casos de cáncer colorrectal sin ninguna explicación por parte de los responsables de este retardo.

Tampoco tenemos suerte en los tratamientos exclusivos para las mujeres. LA terapia hormonal sustitutiva (THS) indicada para los síntomas de la menopausia, demostró su relación con una mayor incidencia de carcinomas de mama y de endometrio a partir de 1940. Este fármaco siguió siendo un éxito comercial hasta que en 2002 experimentó una caída de ventas en los países anglosajones al demostrar también un mayor riesgo de enfermedades cardio- vasculares. Sólo a partir de 2006, la TSH experimenta restricciones terapéuticas.

En los hospitales no sólo hay un maltrato institucional a las pacientes, también las trabajadoras siguen manteniendo cifras de violencia semejantes a las que hay en otros ámbitos. Así, el 80% de las agresiones al personal sanitario recae sobre personal femenino. El acoso laboral (en la sanidad española hay un caso cada día) afecta mayoritariamente a las mujeres y suelen ser de tipo vertical. No suelen denunciarse por miedo a las represalias (que las hay).

En el sistema sanitario existen los mismos estereotipos de género pero, están tapados con telas blancas. Y, es que la entrada a un hospital no es muy diferente a la entrada en cualquier otro sitio.

BIBLIOGRAFÍA:

Tasa, E.; Giral, M. y Raich, e. (2015) C.Med.Psicosom. 113:14-24. Valls, C. (2020) Mujeres invisibles para

la medicina. ED. Capitán Swing. http://www.isciii.es http://www.un.org http://www.msbs.job.es