martes, 30 de junio de 2015

Narración1

Hay días de todo

Dicen que el inicio del día es el principio de una cadena de acontecimientos y que la manera de levantarnos condiciona todo lo que vaya a pasar a partir de ese momento. Así, no es lo mismo levantarse con el pie derecho que con el izquierdo. No se puede afirmar de manera categórica si esto es cierto pero, lo que si es verdad es que hay días de todo.
 
Hay días que todo fluye de manera suave, hasta el despertador suena como una música dulce; son días modelo, para repetirlos, siempre apetecen. Otros días empiezan como un trueno, son días de despropósitos, días que duelen y están plagados de momentos que sólo el olvido puede remediarlos. También hay días que se tiñen de tristeza, son días de doble fondo, de buscar sentidos no evidentes a la cosas, días hechos de momentos que evocan languideces. Sin embargo, otros días están marcados por la ansiedad, nos lo comeríamos todo, hasta el yeso de las paredes parece que nos aprovecha, días de velocidad y de locura, de emborronamientos. Algunos días están hechos de anclajes con las cosas no resueltas, con lo que nos despierta y con lo que no nos ha dejado dormir, con lo que nos quita la calma y con lo que distrae los pensamientos.
Hay días que parece que van a tejerse con cosas fáciles, de las que se hacen sin pensar como no llegar a la cita que ha de cambiarnos la vida, perder cosas, olvidarse de regar las plantas y ser desagradables. Sin embargo, hay días en blanco en el calendario de los que hay que llenar con lo que salga al paso. Son días de mirar hacia adentro para sentir el ritmo interno. No hay que asustarse si se descubre otro latido, es tu cadencia vital. Estos días no son tan difíciles como parecen sólo que se narran de otra forma.

De todas maneras, los mejores días son los que empiezan con un buen recuerdo, con una mirada robada que se alarga al cerrar los ojos. Y es que hay días que empiezan con un pestañeo.

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